La anomalía climática convertida en una “cotidianidad”
El año 2025 ha sido una sucesión de condiciones meteorológicas sin precedentes. Una ola de calor arrasó el continente europeo, secando árboles que habían sobrevivido durante décadas, mientras un supertifón azotó el sur de Asia, arrebatando en pocas horas los hogares de decenas de miles de personas. [1]
En el continente africano, una sequía interminable dejó al descubierto los lechos de los ríos y aceleró la crisis alimentaria. [2]
Lo aún más alarmante es que estos fenómenos ya no pueden considerarse simples “anomalías climáticas”; se están convirtiendo en el nuevo estándar con el que tendremos que convivir: el “nuevo normal (New Normal)”. Las fronteras entre las estaciones se difuminan, y el clima que solíamos dar por sentado está desapareciendo de nuestra vida cotidiana. En medio de esta realidad, la palabra clave que define el año 2025 es precisamente “sensibilidad climática”.
¿Qué es la sensibilidad climática?
La sensibilidad climática se refiere, literalmente, a la actitud o la capacidad de percibir con delicadeza los cambios del clima y reaccionar con sensibilidad ante ellos. La crisis climática que enfrentamos ha superado ya el ámbito del “saber o no saber”. Saber que los glaciares del Ártico están desapareciendo ya no es suficiente; el eje se ha desplazado por completo hacia el terreno de la acción: ¿Cómo responder? Para ello, lo primero que se necesita es un cambio de percepción. Debemos dejar de considerar el cambio climático como una “anomalía impredecible” y empezar a asumirlo como una constante que se repetirá cada año. Es en el proceso de reconocer esta nueva realidad y adaptarnos continuamente a ella donde podemos desarrollar nuestra sensibilidad climática.

Primera dimensión de la sensibilidad climática: el cambio en el consumo
La sensibilidad climática se manifiesta, ante todo, en el ámbito del consumo individual. A medida que los fenómenos climáticos extremos se integran en la vida cotidiana, las actividades al aire libre durante los fines de semana van desapareciendo poco a poco, mientras que las multitudes se concentran en espacios interiores confortables como los centros comerciales. En la industria de la moda, materiales de efecto refrescante como el seersucker (mil rayas) o prendas funcionales con protección UV se han convertido en artículos imprescindibles durante el verano. [3]
Esto demuestra que el cambio climático está transformando la propuesta de valor principal que motiva a los consumidores a elegir un producto. En medio de este cambio, nos encontramos en una encrucijada: ¿seremos consumidores pasivos, arrastrados por el cambio, o consumidores inteligentes que lideran la respuesta ante la crisis climática?

Segunda dimensión de la sensibilidad climática: el cambio en los negocios
La sensibilidad climática actúa como una variable clave que determina las estrategias de supervivencia de las empresas. En especial, las industrias directamente afectadas por el clima experimentan transformaciones aún más profundas. El sector de la tecnología de los alimentos está concentrando sus esfuerzos en desarrollar nuevos alimentos alternativos, adaptados a las cambiantes condiciones de cultivo. En la industria de la construcción, el concepto de arquitectura adaptativa al clima, que maximiza la eficiencia energética y responde a anomalía climática, está emergiendo como el nuevo estándar. Tampoco nuestra mesa queda al margen de esta tendencia. Uno de los mariscos más consumidos en Corea del Sur, el calamar, registró en las aguas costeras nacionales una caída del 42 % en comparación con el año anterior, alcanzando apenas 13 546 toneladas, la cifra más baja de la historia. Si lo comparamos con el año 2004 (213 000 toneladas), la reducción es de aproximadamente 200 000 toneladas, es decir, a una dieciseisava parte del nivel original. [4]
En medio de este cambio, las empresas carentes de sensibilidad climática quedarán rezagadas, mientras que solo aquellas capaces de leer las corrientes del cambio e innovar serán las que conquisten el liderazgo en los mercados del futuro.

Tercera dimensión de la sensibilidad climática: el cambio en las políticas públicas
Por último, la sensibilidad climática se traduce en transformaciones dentro de las políticas públicas, las cuales configuran los sistemas sociales. La crisis climática afecta a todos los miembros de la sociedad, sin distinción de ingresos ni estatus; por ello, el papel de las políticas que regulan y coordinan estas desigualdades es más crucial que nunca. Hasta ahora, el concepto de bienestar social se ha centrado principalmente en cuestiones económicas, como la desigualdad de ingresos. Sin embargo, los récords de olas de calor y de frío extremo golpean con mayor dureza a quienes viven en habitaciones precarias sin aire acondicionado o a los hogares en pobreza energética, vulnerables al costo de la calefacción. [5]
Así, la crisis climática amenaza la supervivencia de los grupos sociales ya marginados y se convierte en un nuevo factor de desigualdad. Ante estos cambios, es imperativo exigir al gobierno que trascienda las políticas asistenciales parciales y construya una nueva red de seguridad social: el “bienestar climático”, que asegure a toda la ciudadanía el derecho a estar a salvo de las catástrofes climáticas.

Nuestro papel para un futuro sostenible
Entonces, ¿de qué manera debería manifestarse la sensibilidad climática en nuestra vida cotidiana, especialmente en el espacio universitario, el campus? El campus es, en muchos sentidos, un microcosmos de la sociedad, un entorno dinámico donde pueden experimentarse las tres transformaciones abordadas en este texto: consumo, negocios y políticas.
En primer lugar, somos los consumidores más activos dentro del campus. El simple hecho de utilizar un termo personal en lugar de vasos desechables, aprovechar el papel por ambas caras al imprimir, o llevar los libros de texto en una bolsa ecológica en vez de usar bolsas plásticas innecesarias, constituye una práctica concreta de consumo sostenible dentro del campus.

En segundo lugar, somos la próxima generación que dirigirá los negocios del futuro. La sensibilidad climática ya no es una opción, sino una capacidad esencial que todo talento del mañana debe poseer. La forma más universal de ponerla en práctica comienza con el “aprendizaje”. Si está pensando en la matrícula del próximo semestre, ¿por qué no incluir una asignatura relacionada con el medio ambiente? Esa exploración intelectual es, sin duda, el primer paso más seguro para desarrollar la sensibilidad climática. Además, el esfuerzo por vincular nuestro conocimiento académico con la resolución de la crisis climática se convertirá en una fuerza más poderosa para transformar los negocios del futuro.

Por último, tenemos el enorme poder de transformar esa pequeña sociedad llamada “escuela”. No se necesitan grandes consignas. En el campus, el cambio puede comenzar con acciones pequeñas: proponer mejoras en el sistema de separación de residuos del dormitorio o de la biblioteca central, o sugerir campañas de reducción de desechos alimentarios en el comedor estudiantil. Además, existen oportunidades para ampliar nuestra voz fuera del campus: participar en programas gubernamentales de apoyo a políticas medioambientales o en concursos empresariales de ESG, donde nuestras ideas pueden conectarse directamente con la transformación de la sociedad. Cuando nuestra sensibilidad climática se convierte en una voz política y comunitaria que impulsa cambios tanto dentro como fuera del campus, estaremos dando el verdadero primer paso hacia la construcción de una red de seguridad social sostenible.

Como afirma Kim Nan-do, autor de Trend Korea: la sensibilidad climática radica en comprender que no es un problema ajeno, sino un asunto propio que debemos abordar personalmente.
El futuro anhelado comienza hoy, aquí, en nuestro propio campus.