Prevención del crimen

Nuevos derechos humanos en la era digital

28 de noviembre de 2025

“Hoy en día, la tecnología ya no es el telón de fondo de los derechos humanos. Es la primera línea”.

— Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos[1]

 En septiembre, Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, envió un mensaje de advertencia sobre las violaciones de los derechos humanos digitales que se producen en el contexto del desarrollo tecnológico. Esto significa que los problemas del espacio digital ya no son asuntos menores, sino una cuestión internacional de tal gravedad que las Naciones Unidas han emitido una advertencia oficial al respecto. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo despiertos dentro de redes digitales. El espacio conformado por los teléfonos inteligentes e Internet ha hecho nuestra vida cotidiana más rica y eficiente, pero detrás de ello se ha proyectado una sombra profunda. La violencia amparada en el anonimato, la discriminación generada por algoritmos y la concentración de datos son amenazas de un nuevo tipo que resultan difíciles de abordar únicamente con los conceptos tradicionales de derechos humanos. Detrás de la comodidad que disfrutamos con un solo clic, se esconden costos invisibles.

Estos “riesgos invisibles” no son una historia de un futuro lejano. Ya se han infiltrado profundamente en nuestras vidas. Examinemos tres casos que demuestran que la advertencia de las Naciones Unidas no es, en absoluto, una exageración.

Casos de vulneración de los derechos humanos digitales

En primer lugar, la pérdida de la soberanía de los datos.

En 2023, Meta (Facebook) fue sancionada tras descubrirse que había transferido sin autorización los datos personales de ciudadanos de la Unión Europea a Estados Unidos, imponiéndosele una multa de aproximadamente 1200 millones de euros.[2]

Además, el escándalo de Cambridge Analytica constituye un caso de gran gravedad en el que la información de decenas de millones de usuarios, recopilada a través de una aplicación de test psicológicos, fue utilizada en la campaña presidencial de Estados Unidos y en la campaña del Brexit. Este caso representa un ejemplo decisivo de cómo las grandes corporaciones han degradado la privacidad individual hasta convertirla en un modelo de negocio. [3]

En segundo lugar, la profundización de la desigualdad derivada de la brecha digital.

A nivel mundial, solo el 57 % de la población utiliza Internet móvil. A pesar de que existe infraestructura de Internet, cerca del 40 % de la población mundial no puede hacer uso de ella, lo que no responde a un problema de infraestructura, sino a la falta de alfabetización digital y de accesibilidad. La brecha de género también es grave: en los países de bajos ingresos, las mujeres presentan una tasa de uso de Internet un 19 % inferior a la de los varones, lo que excluye de oportunidades a aproximadamente 310 millones de mujeres.[4][5]

En tercer lugar, la normalización de la vigilancia y la violencia derivadas del uso indebido de la tecnología.

La vigilancia digital se refiere a la recopilación de información personal con el fin de influir en el comportamiento de las personas. En 2019, en Francia, un sospechoso fue procesado únicamente con base en tecnología de reconocimiento facial (FRT, por sus siglas en inglés) y condenado a una pena de 18 meses de prisión,[6]

y en Rusia se confirmaron los riesgos del totalitarismo tecnológico cuando activistas que participaron en protestas fueron identificados y detenidos mediante FRT.[7]

A ello se suma el ciberacoso, que se propaga rápidamente apoyado en el anonimato y la dinámica colectiva del entorno en línea, poniendo en peligro incluso el derecho a la vida de las víctimas.

El GDC y los tres valores fundamentales

En medio de estos cambios de época, el “Pacto Digital Global (Global Digital Compact, GDC)”, adoptado en la reciente Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas, adquiere una importancia significativa.

Tal como establece la resolución de la ONU que afirma que “Los mismos derechos que las personas tienen fuera de internet deben ser protegidos cuando están conectadas”, el GDC asume la función de volver a situar en el centro, en la era digital, los valores de los derechos humanos que habían quedado rezagados frente a la velocidad del desarrollo tecnológico.

Entonces, ¿qué principios plantea concretamente el GDC? El pacto establece un marco de referencia para los derechos humanos digitales a través de los siguientes tres valores fundamentales.

1. Conectividad: igualdad de oportunidades más allá del simple acceso

El objetivo es lograr la conectividad universal a Internet para toda la humanidad de aquí a 2030. Tal como ocurrió durante la pandemia de la COVID-19, cuando estudiantes de bajos ingresos se vieron privados de oportunidades educativas por no poder acceder a las clases en línea, la “conectividad” es una cuestión de supervivencia y de derechos fundamentales. Para abordar este desafío, el GDC establece como prioridad la conexión de instalaciones esenciales, como escuelas y hospitales.

2. Respeto: desmontar la ilusión de la neutralidad tecnológica

Este principio sostiene que los derechos humanos deben ocupar un lugar central en el desarrollo y la implementación de la tecnología, también en línea. Por ejemplo, el problema del sesgo algorítmico en programas de contratación basados en IA, que aprenden de datos pasados y terminan discriminando a determinados géneros o grupos étnicos, demuestra que la tecnología nunca es verdaderamente neutral en términos de valores. El GDC exige que, desde la etapa de diseño, se incorporen consideraciones de derechos humanos para evitar que la tecnología menoscabe la dignidad humana.

3. Protección: construcción de redes de seguridad frente a las amenazas digitales

Este valor se centra especialmente en la protección de los grupos vulnerables frente a los daños en línea. Casos recientes con gran repercusión social, como los contenidos sexuales de explotación creados mediante deepfakes o los ataques de ransomware que paralizan sistemas hospitalarios, demuestran que las amenazas digitales se traducen directamente en daños físicos y psicológicos. El GDC subraya la necesidad de establecer salvaguardias que protejan a los individuos frente a estos delitos digitales y a la vigilancia indiscriminada.

El momento decisivo del GDC

El Pacto Digital Global (GDC) no se limita a ser un simple acuerdo, sino que ha entrado en una fase de implementación concreta orientada a generar cambios reales. La comunidad internacional reconoce el momento actual, inmediatamente posterior a la adopción del pacto, como un “momento decisivo” que determinará el éxito o el fracaso de la consolidación de la gobernanza digital, y por ello está instando a la adopción de medidas inmediatas. En consonancia con ello, los sistemas para la protección de los derechos humanos digitales se están estructurando de la siguiente manera.

En primer lugar, la institucionalización de la gobernanza de la IA. Así como el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) surgió para hacer frente al problema del cambio climático, en el ámbito de la inteligencia artificial se prevé la creación de un “Panel Científico Internacional sobre IA”. Este organismo se convertirá en la primera entidad mundial de gobernanza digital, encargada de prevenir la concentración de datos y de supervisar que las tecnologías de IA se ajusten al interés común de la humanidad.[9]

En segundo lugar, la ampliación de la “Iniciativa Giga” para la conectividad universal. Con el objetivo de conectar a Internet a todas las escuelas del mundo para 2030, las Naciones Unidas están acelerando la construcción de infraestructuras destinadas a reducir la brecha digital desde el ámbito educativo y a garantizar oportunidades para las futuras generaciones.[10]

Estos esfuerzos serán sometidos a una evaluación integral de su eficacia en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2027. La trayectoria hacia los derechos humanos digitales ha entrado ya en su curso, y los sistemas internacionales y los mecanismos de supervisión se están fortaleciendo progresivamente. El marco institucional está preparado. Entonces, en medio de este gran movimiento, ¿qué debemos hacer nosotros, como beneficiarios y a la vez protagonistas de este sistema?

El papel de los universitarios en los derechos humanos digitales

El logro de los cinco objetivos del GDC requiere no solo el esfuerzo de los gobiernos y las empresas, sino también un cambio en el comportamiento de los “usuarios” que conforman el ecosistema digital. En particular, los universitarios, familiarizados con el entorno digital, deben ir más allá de ser consumidores pasivos y convertirse en vigilantes activos y actores con iniciativa propia.

En primer lugar, pueden adoptar medidas de seguridad por sí mismos. Revisar periódicamente los consentimientos otorgados para el uso de datos personales y eliminar permisos innecesarios de las aplicaciones, como el acceso a la ubicación o a la cámara, puede frenar la recopilación indiscriminada de datos por parte de las empresas.

En segundo lugar, es necesario el hábito de verificar las fuentes de información. Ante un contenido sensacionalista, en lugar de compartirlo de manera impulsiva, se debe contrastar su origen mediante una verificación cruzada. Tal como subraya el GDC, bloquear la desinformación constituye una ética básica del ciudadano digital.

Por último, es posible denunciar e intervenir de forma proactiva. Cuando se presencian casos de ciberacoso o expresiones de odio, no se debe permanecer como espectador, sino utilizar las funciones de denuncia. Intervenir en el momento en que los derechos de otros son vulnerados es, precisamente, la forma más efectiva de protegerse a uno mismo y de salvaguardar el ecosistema digital.

La tecnología es la primera línea de los derechos humanos. Y quienes custodian esa línea somos nosotros mismos, con un teléfono inteligente en la mano. Ahora es el momento de reflexionar y actuar en defensa de nuestros derechos, más allá de la comodidad.

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